martes, 6 de enero de 2009

UN TONEL DE RISAS, UN VALLE DE LÁGRIMAS de Jules Feiffer



Editorial Anaya, 2000, Madrid
Colección Leer y pensar

Hacía tiempo que no encontraba un libro con dosis adecuadas de humor, ternura, originalidad y buen hacer. Quizá el éxito de la mezcla esté en que la obra es hija de una sola mano, tanto en el texto como en la ilustración.
Se trata de un cuento a la antigua usanza: princesas, magos, monstruos, búsquedas, aventuras…pero no nos dejemos engañar. Aquí los protagonistas son únicos en su género: el Príncipe Roger, que provoca la risa de la gente que se le acerque; el rey Comosellame, que es incapaz de decir una frase al derecho, la Princesa Petunia, que debido a su belleza sin par, convierte en piedra a todos los que la miran; y así, hasta completar un elenco de personajes a cual más variopinto.
Pero sólo esto nos dejaría grandes dosis de humor y situaciones curiosas. Feiffer va más allá, con una relación autor-personaje completamente sorprendente. Así, nos encontramos con Tom, un personaje secundario que se niega a aceptar el nombre que le da el autor y que decide por si mismo cuándo entrar y salir del libro. Feiffer introduce reflexiones sobre la función del autor y de cómo se le están yendo de las manos sus personajes o hacia dónde evoluciona la historia. De vez en cuando se dirige al lector directamente, lo que supone hacerle participar no sólo en la lectura del libro, sino como un personaje-interlocutor directo del escritor.
La novela se disfruta, ya que las aventuras de los personajes son originales y sorprendentes y, como ya he señalado, están completamente unidas a la ilustración. Jules Feiffer ha sido dibujante de tiras cómicas en periódicos importantes de Nueva York, como el Village Voice o el New York Times. En la actualidad se dedica más a la escritura y, en concreto, para niños y jóvenes tiene unas cuantas obras mue interesantes. En la misma editorial tenemos también El hombre del techo que, aunque no tieene nada que ver con cuentos de princesas, está hecha con este estilo feifferiano de ilustración y texto íntimamente unidos.
En definitiva, me parece un libro muy recomendable, con el que pasar ratos muy divertidos y disfrutar de la fantasía y del humor.
Hay que señalar la buena traducción realizada por Herminia Bevia y Antonio Resines, que nos permite disfrutar del texto en toda su amplitud.