Había oído hablar muchísimo de este libro y la verdad es que ya era hora de leerlo.
La historia comienza en esos momentos previos a la persecución que los nazis llevaron a cabo en Alemania contra los judíos. La protagonista, una niña, Anna, nos muestra cómo su vida era tranquila en aquellos momentos; su familia era aceptada en su pueblo, incluso con un respeto especial, ya que su padre era escritor de cierto renombre. Pero eran judíos y se vieron obligados a dejarlo todo para poder escapar.
La historia está narrada desde el punto de vista de la niña que, aun sin comprender lo que está pasando, se da cuenta de cómo su vida ha dado un vuelco. Todo lo que tenían antes, posesiones, comodidades, vida más o menos fácil, se derrumba de un día para otro y su sensación de no pertenecer a ningún lugar se acrecienta. La familia se traslada a Suiza (neutral a su manera) y luego a París, donde Anna y su hermano se enfrentarán a otro problema nuevo: el idioma. La historia se cierra cuando la familia decide marchar a Londres, donde les esperan nuevos retos que superar y una vida mejor, aunque conscientes de ser siempre "refugiados", de no pertenecer a la sociedad en la que viven.
La verdad es que se lee con muchas ganas y poniéndose fácilmente en el papel de una niña que observa el derrumbe que supone una guerra y que, desde la óptica de su infancia, nos da otra visión de la vida. Es un libro agradable, aunque el tema de fondo sea horrible, y consigue transmitir una serie de valores muy necesarios de recordar: la familia, la amistad, el amor, el valor, la alegría de vivir, etc.
La novela tiene tintes autobiográficos, ya que la historia real de la escritora es muy parecida a la de la protagonista.
Trabajó como pintora, diseñadora y guionista de la BBC hasta comenzar, bastante más tarde, su labor como escritora. Ha publicado cinco libros, todos ellos con sus propias ilustraciones.
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