Nando López
Ed. Santillana, colección "Lo que leo"
Madrid, 2018
ISBN 9788491223191
Con el formato de una investigación policial nos adentramos en una trama compuesta de múltiples historias en la que lo que no se dice tiene un protagonismo fundamental. Uno de los jugadores del equipo de waterpolo de un instituto ha aparecido muerto y nadie sabe quién ha sido el asesino.
La voz narradora se divide entre Emma, psicóloga que acaba de llegar al club para asesorar a los deportistas, y Quique, uno de los jugadores. Resulta interesante que los cambios de narrador no estén marcados como se hace en otras novelas, indicando al lector quién es el que habla, sino que al avanzar en la lectura, por el contenido, deducimos de quién se trata. Estos narradores nos van mostrando sus pensamientos y también la acción (a veces, se complementan y el lector puede ir reconstruyendo los hechos), pero también reproducen diálogos entre los personajes de una forma ágil y entretenida. Esto hace que la novela posea un buen ritmo y que el lector no pueda parar de leer en su intento de averiguar más de lo que ocurrió y, por supuesto, de descubrir al asesino.
El lenguaje utilizado es directo, comprensible y refleja la realidad del mundo adolescente.
A lo largo de la novela, deslizándose entre la acción, nos encontramos con reflexiones sobre la vida que muy sutilmente van intercalándose en los mejores momentos.
En cuanto a los personajes, los dos narradores experimentan una evolución interesante y necesaria para que la trama también se mueva. Emma acabará enfrentándose a los miedos que le hicieron dejar su trabajo anterior (miedo al fracaso, a la pérdida, sentimiento de culpa...) y Quique acabará por tomar la decisión de hacer algo, de no permanecer como un simple espectador. Ese paso adelante le llevará a ser valiente y a hacer algo por cambiar las cosas.
Los personajes secundarios, necesarios para poder contar toda la trama, tienen suertes diferentes. Algunos son meras comparsas, evolucionan poco o reflejan la falta de ética que sufre ahora nuestra sociedad. Elevamos a la fama a gente sin moral que es capaz de aplastar a quien sea en nombre del éxito. De los secundarios me quedo con dos que me han parecido muy interesantes y, en cierto modo, antagónicos. Me refiero a Víctor, el amigo que contrata a Emma, y Ernesto, el padre de Quique. A pesar de las apariencias de amistad con Emma, Víctor acaba siendo alguien sin escrúpulos, al que sólo le interesa quedar bien y tapar los hechos inadecuados e incluso ilegales. Por el contrario, Ernesto es un hombre de principios, uno de esos profesores convencidos de lo que hacen y que, a pesar de las dificultades personales y profesionales, está dispuesto a seguir trabajando para cambiar el mundo.
La novela trata muchos temas que no aparecen de forma explícita hasta que les llega su momento. Me refiero en concreto a la falta de respeto hacia la homosexualidad. Desgraciadamente, seguimos viendo en la vida real situaciones como las que ocurren en Nadie nos oye y que están en el fondo de la tragedia. Por eso es tan necesario hablar de estos temas, para que llegue el día en que la sexualidad de cada uno sea algo privado y respetado y nadie sufra por ser como es.
Además, uno de los aspectos que, a mi modo de ver, enriquece mucho esta novela es la aparición de pequeñas historias y temas secundarios muy actuales: la xenofobia, la necesidad de mejorar la educación, el respeto, el terrorismo, el maltrato a la mujer, el machismo, la violación, el sexo no consentido, la sobrevaloración del deporte...
Me gustaría terminar como empecé, hablando del silencio, del otro protagonista de la novela, tanto del silencio que surge por miedo a hablar, como del silencio impuesto por propia voluntad:
"Callar es un modo de permitir que la verdad siga enterrada" (p. 282)
Sinopsis facilitada por la editorial:
Tras perder el partido más importante de su vida, un joven
de diecisiete años aparece muerto a causa de una terrible paliza.
No hay testigos ni pruebas que señalen a los culpables,
aunque los recientes enfrentamientos entre el Zayas y el Távora apuntan a que
se trata de un nuevo episodio en la escalada de violencia entre ambos centros.
Sólo dos personas próximas a la víctima poseen las claves para desentrañar lo
sucedido: Quique, uno de sus compañeros de clase y miembro de su mismo equipo
de waterpolo; y Emma, una psicóloga contratada por el club para asesorar a sus
jugadores adolescentes.
Ambos compartirán su visión de unos hechos sobre los que
pesan demasiados miedos. Demasiados fantasmas. Demasiados silencios. Sólo si se
atreven a gritar de una vez cuanto callan podrán descubrir la verdad.
Nando López (1977) es novelista, dramaturgo y Doctor Cum Laude en Filología
Hispánica. Ha sido profesor de Secundaria y Bachillerato en la enseñanza
pública, aunque se encuentra en excedencia desde 2014 y, en la actualidad, se
dedica exclusivamente a la escritura narrativa y teatral.
Finalista al Premio Nadal 2010 con La edad de la ira (Booket
Planeta), en su trayectoria narrativa destacan títulos como Cuando todo
era fácil (Tres Hermanas Ediciones), El sonido de los cuerpos (Editorial
Dos Bigotes), Las vidas que inventamos (Espasa) o La
inmortalidad del cangrejo (Baile del sol). Además, ha participado en
antologías de relatos como Lo que no se dice o El
cielo en movimiento, y es autor de títulos juveniles con gran éxito entre
los lectores adolescentes, como Nadie nos oye, El reino de
las Tres Lunas o la novela transmedia Los nombres del fuego.
Como dramaturgo, ha estrenado obras como #malditos16 (coproducción
del Centro Dramático Nacional representada en el Teatro María Guerrero), Los
amores diversos, Cuando fuimos dos, De mutuo desacuerdo (estrenada
simultáneamente en España, Panamá y Venezuela), o La edad de la ira,
basada libremente en su propia novela. También es autor de versiones como Desengaños
amorosos (XLI Festival Internacional de Teatro de Almagro) o Las
harpías en Madrid, (XXXIX Festival Internacional de Teatro de Almagro) y de
adaptaciones como la de Yerma (2015), de Lorca (galardonada
con el Premio Helen Hayes 2015 al Mejor Espectáculo Teatral) o la de Don
Juan Tenorio (2017), de José Zorrilla, ambas estrenadas en el Gala Theatre
de Washington.
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